El concepto de Lobbying está
asociado al poder, la presión, la influencia y los intereses. Su misión es la
de persuadir y ejercer presión en las personas que toman decisiones, a favor de
un determinado interés.
De acuerdo con Luis Miguel Uharte Pozas, el término lobby proviene
del inglés y puede traducirse como “vestíbulo” o “pasillo”, en referencia a los
antiguos vestíbulos o pasillos del Parlamento u otras instituciones del poder
político, donde representantes o intermediarios de grupos poderosos ejercen
presión e influencia a las autoridades públicas para que estas tomen decisiones
políticas en función de los intereses de dichos grupos. El “hacer pasillo” se
ha convertido hoy día en un fenómeno de enorme trascendencia, con el que los
lobbies, fundamentalmente vinculados a las grandes empresas, ejercen una
influencia creciente en los centros de poder político más importantes del mundo.
Para quienes se escudan
en el poder y el tráfico de influencias para su beneficio personal, el lobbying es un
hilo de oro que solo se rompe con la transparencia. De ahí, que en
Colombia, los congresistas hayan rechazado en múltiples ocasiones, aprobar una
ley que lo regule como actividad legítima, basada en un código de ética.
Recientemente países
como Chile, Perú y España, han tomado cartas en el asunto, para hacer del
lobbying como ejercicio de presión, una disciplina lícita, con lo que se busca
que los lobbies,
dejen de ser vistos como el oscuro poder de los grupos de influencia.
Los lobbies pueden ser
positivos, pero lo importante es que actúen con transparencia, algo que no
ocurre en nuestro país, de ahí que en la prensa, encontremos en alusión a su
lado oscuro, titulares como:
“Los hilos del poder se
están moviendo para que no se logre el principio de oportunidad”. Gustavo
Moreno en alusión a su extradición por el caso cartel de la toga. Ejemplo
palpable de lo que el lobbying en
su lado oscuro puede lograr. Es simple, quienes tienen el poder, hacen uso de
él, basado en la presión, moviendo los hilos a su favor, tejiendo decisiones
que beneficien sus intereses y el de sus aliados.
Otro ejemplo, en el que
los hilos del poder se mueven a favor de ciertos intereses, y en los que el lobbying empresarial influye,
es el de las bebidas azucaradas. “Cada vez que llega a plenaria el proyecto de
ley para informar el contenido de azúcar en los alimentos, aparecen los lobbistas para
impedirlo. Apoyaré este proyecto para prevenir que los niños colombianos se
sigan enfermando por consumir productos con alto contenido de azúcar” Inti
Asprilla, Representante a la Cámara, Partido Alianza Verde (Colombia).
Así mismo, podemos
traer a colación el caso del proyecto de ley para regular el uso del asbesto en
el país, el cual ha dado la batalla en el Congreso durante doce (12) años, sin
que se haya logrado su aprobación, en honor a Ana Cecilia Niño, víctima de
enfermedad por el citado mineral y quien muriera esperando su aprobación.
A pesar de las evidencias médicas, Colombia todavía no prohíbe ni la
fabricación, ni el uso del asbesto que sí está vetado en 54 países, es de
anotar que en ocho (8) ocasiones se ha intentado legislar al respecto, sin
resultados positivos, ya que el lobby de
Ascolfibras no lo ha permitido, de ahí que los defensores de la
salud y la vida en Colombia, expresen su malestar con este gremio, y que en la
prensa encontremos un titular como este:
“Proyecto de Ley para prohibir el
asbesto en Colombia en riesgo por Lobby de
Ascolfibras en el senado”.
Evidentemente, en casos
como los anteriores, la miopía del
lobbying queda al descubierto, su poder no diferencia, priman los
intereses empresariales, las agujas del poder hilvanan hilos que dilatan y
aplazan decisiones a su favor, lo que aprovechan los lobbistas para persuadir y
convencer a los senadores de no darle curso a un determinado proyecto, por
considerarlo lesivo a los intereses de sus representados, logrando incluso, aplazar
debates y hasta archivar iniciativas de carácter colectivo, las cuales terminan
sucumbiendo ante la presión de los intereses particulares.
No obstante, a pesar
del empleo de maniobras y propuestas indecentes, que no hacen parte de las
buenas prácticas de la actividad, el lobby como
instrumento de comunicación, propicia el entendimiento, revelando los
verdaderos intereses que hay detrás de su gestión, lo que permite que éstos
sean atendidos a la hora de elaborar nuevas normas que regulen los sectores a
los que pertenecen, dichos lobbies (Hernández, 2017).
Así las cosas, para
dejar de ser visto como el poder en la sombra, la consigna de los lobbies
deberá ajustarse en: “cumplir las reglas y operar con transparencia, a partir
de estos principios fundamentales, su trabajo puede revertir de forma positiva
también para la sociedad”.
Referencias:
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